sábado, 14 de junio de 2008

Asociaciones: vecinos y ciudadanos

Una nueva entrada-catarsis en este blog, que cada vez es más porno-gráfico; uno entre los trece millones que, al parecer, hay en la red. ¡Anda que como queramos que nos localice alguien que nos apetezca, por supuesto sin dar la dirección -que tiene más morbo-, vamos listos! (aunque ya sé que hay algunas soluciones para ello, pero hay que ser imaginativo).
Siempre me ha gustado mantener relaciones bastante independientes con mis vecinos, aparte de los saludos formales (buenos días, buenas tardes, ¿qué tal va todo?) he esquivado las invitaciones del tipo: "sube a casa, te enseño el piso y nos tomamos una cerveza". He descubierto, sin embargo, que en la ficción cinematográfica me encantan las pelis con títulos que incluyan palabras como: "al lado", "enfrente", "ventana", "contiguo", etc., cuyos argumentos se basen en una relación de vecindad o de proximidad.
No entraré en el análisis de "La ventana indiscreta" de Hitchcock o de otras similares, que más me parecen un cobarde ejercicio de voyeurismo y de intromisión en la vida privada, por muy loables que sean las causas. Ejercicio que no comparto porque no me gusta nada observar sin ser visto, o te ven o nada -me remito al pasado post sobre robots y máscaras: el voyeur o mirón es, al fin y al cabo, alguien que mantiene la máscara y utiliza el privilegio estratégico de su posición para observar la vida de los otros. Entre muchos ejemplos interesantes, utilizaré tres de algunas de mis pelis-fetiche:
"La femme d'à côte" (1981) de Fraçois Truffaut, traducida en algunos países como "Woman next door" y en el nuestro como "La mujer de al lado". La pasada -y no superada- relación pasional entre Bernard (un Depardieu joven y todavía contenido) y Mathilde (debut cinematográfico de Ardant, compañera de Truffaut) desencadenará una serie de acontecimientos con final trágico cuando, por pura casualidad ambos vivirán en dos casas, una frente a la otra, con ventanas que permiten ver la vida de los vecinos, ya han conseguido estabilizar sus vidas pero el equilibrio es bastante inestable. Las escenas de Bernad vigilando a Mathilde o viceversa, se desarrollan con planos largos y lentos, ejercicio cinematográfico en estado puro.

Os dejo también otra publicidad de la peli en la que, como indica una de las protagonistas, la propietaria del club de tenis, podría igualmente titularse. "Ni contigo, ni sin ti"

El segundo de los ejemplos, algún inteligente lector ya sabrá cual es, "La finestra di fronte" (2003) de Ferzan Ozpetek. Una Giovanna Mezzogiorno espectacular da vida al personaje de idéntico nombre, mujer casada que observa a su vecino Lorenzo, tímido y anodino bancario, interpretado por el insulso -al menos para mí- y atlético actor, Raoul Bova,desde su ventana. La historia de fondo es la del amnésico Davide/Simone, interpretado por el genial Massimo Girotti. Una fantástica b.s.o. de Andrea Guerra -al que dediqué una entrada-, con el tema central interpretado por Giorgia, cierra esta peli. Destaca la frase de Davide/Simone: "no se conforme con sobrevivir". Película cuyo final es apartar las fantasías y aceptar los aspectos positivos de la realidad, sin pedir más.

Os dejo, además, la escena final del film.

Por último, la tercera, también fácilmente adivinable por algún que otro lector habitual, más inteligente todavía que el primero, es "L'homme de sa vie" (2006) de Zabou Breitman, a la que también dediqué otra entrada.

Frédéric (Campan), hombre casado y con un hijo, es aparentemente feliz. Pasa, como todos los veranos, sus vacaciones con familia y amigos en un grupo de casas de la Drôme francesa. Todo funciona bien hasta que Hugo (Berling), el nuevo vecino de la casa de enfrente, acepta una invitación a cenar. Los dos hombres van profundizando en su relación hasta que Fréreric se enamora de Hugo, desmoronándose todos sus esquemas anteriores. Final trágico, cada vez que hay una relación entre dos hombres, y sin saber muy bien porqué -excepto en los relatos de Hermes que, afortunadamente, acaban bien- suele ser así.

La reflexión global que se me viene a la cabeza también tiene que ver con los vecinos, no de la misma casa, pero si habitantes de una misma ciudad. Los medios de comunicación actuales, incluyendo internet, nos permiten cómodamente estar en contacto con personas de otras ciudades y otros países. Se pueden mantener relaciones a distancia, naturalmente, pero nunca se llega a idéntico grado de conocimiento que en el día a día, un café de una hora, una visita a una exposición o una cerveza rápida en los huecos libres, nos pueden alegrar la jornada. Todo ello puede aportar más datos que el fin de semana organizado en el que estamos, ya de antemano, mentalmente preparados para manifestar determinados aspectos positivos de nuestra personalidad. Desperdiciar la fortuna que supone tener a alguien que nos interesa cerca es un enorme error, como también es poco inteligente perder esa oportunidad.
Y, continuándo con la pérdida, en este caso, de determinados trenes que pasan, una de mis canciones favoritas, de Battiato y Alice, "I treni di Tozeur" que el otro día recordé en una entrada del blog de Breckinridge (sagaz colega virtual) y que ahora asocio con una conversación pendiente.

miércoles, 4 de junio de 2008

Asociaciones: robots y máscaras

Las películas de ciencia ficción siempre me han gustado, especialmente cuando incluyen robots humanoides. Para mí, el origen está en la película Metrópolis de Fritz Lang (1926), con esa magnífica escena de transformación en la que María presta sus características físicas, aunque no su corazón, a la máquina creada por el científico.



Saltando en el tiempo llegaron los humanoides, quizás uno de los mejores ejemplos fueron los de Blade Runner (1982) de Ridley Scott, basada en la novela de Philip K. Dick y con esa estupenda BSO de Vangelis. ¿Quien no recuerda, entre otros, los magníficos papeles de Rutger Hauer como Roy Batty o de Sean Young como Rachaele?. Curiosamente, estos replicantes querían, a toda costa adquirir características humanas e incluso pasar desapercibidos entre ellos. No es cierto que los replicantes no tuvieran un alma, todo lo contrario, la tenían. Tenían "su" alma, diferente a la de los humanos, mucho más estereotipadas. En el fondo querían crear una sociedad nueva, diferente a la que ya conocían y cuyas consecuencias habían pagado.







Siempre he pensado que, en paralelo, los humanos hemos evolucionado en sentido contrario. Quizás haga falta adquirir ciertas experiencias y pasar por determinadas situaciones para llegar a estas conclusiones. Parece que la máscara es cada vez más, salvo honrosas excepciones, uno de los complementos de moda en la sociedad actual. Se pune a aquellos que no la quieren usar, que la rechazan, cuando teóricamente debería ser todo lo contrario. Ir de cara o de frente debería de ser muy rentable, pocos lo aconsejan, al contrario ... son tus propios amigos quienes te recomiendan que mejor ponértela, así se está más seguro. No me refiero a ocultar tendencias -de cualquier signo- o gustos, sería demasiado simple, sino a algo mucho más importante: enmascarar tu alma.
Finalizo esta entrada con uno de los momentos estelares de Blade Runner.