Gustave Caillebotte (1848-1899) es uno de los finiseculares encuadrado, generalmente, dentro del Impresionismo (Autorretrato, 1892c).
Algunas de sus obras, lo son: pinceladas sueltas, percepción lumínica, pintura al aire libre. Quizás por ello se le encuadra dentro de este incuadrable movimiento (dos obras de 1877: Paseo en barca y Remeros). Sin embargo, sin despreciar las anteriores que me gustan bastantes, las que más me interesan son aquellas en las que muestra a sus personajes -muchas veces él mismo actúa como modelo- en la ciudad. Por aquel entonces, París era el centro no solo de la cultura y de las artes, sino sobre todo de la innovación. La arquitectura del hierro produjo obras para la burguesía que causaron admiración generalizada y que impactaron profundamente al pintor (El puente de Europa, 1877). La soledad del hombre en su propia casa contemplando desde un balcón abierto su paisaje cotidiano (Un hombre en su ventana, 1875) o las duras condiciones de vida de aquellos que trabajan para ganarse la vida, llegados a la gran metrópolis en busca de trabajo (las dos versiones de Los pulidores del parquet, 1876 y 1877, que incluyo en entrada aparte)
No hay comentarios:
Publicar un comentario